Me encontré sentada sobre mi cama y eran las siete de la mañana de domingo, con el celular en la mano a la espera de su siguiente llamada; en la otra mano tenía un cigarro, estaba fumando a pesar del fuerte dolor de cabeza que te deja una noche de alcohol. Estaba preocupada, confundida a cerca de qué hacer, pensaba en ella, solo en ella. Debía alistarme, tomar las llaves del auto e ir a buscarla, verla, estar segura de que vuelva a su casa, debía salvarla o solo debía esperar a la siguiente llamada. La duda era tan fuerte, el dolor de cabeza, el cigarro, el humo y ella, ella, ella.
Unas horas antes la había llamado, yo estaba ebria y al llegar a mi casa solo pensé en ella, en llamarla, en saber cómo estaba, si estaba con alguien, ella, ella. Cogí el celular y marqué su número, escuché su voz y la bulla de la discoteca, eran las cinco de la mañana y yo con dos años más ya estaba en mi casa, ella con dos años menos estaba en plena juerga. Mientras escuchaba su voz, la llamada se interrumpió, se cortó, maldito celular. Pensé volver a llamarla pero ella se adelantó, me llamó.
Aló? – Mario Hart – Dónde estás? – Sigo en casa locasa – ya son las cinco de la mañana, no se supone que ibas a regresar a las tres y media? – sí ya me voy – estás ebria? – no, no, te juro que estoy bien – no te creo – si estoy bien, te quiero – estás ebria – no, no lo estoy, te quiero, me importas, putamadre, te quiero, te quiero Mario – deja de tomar – chau te quiero.
El teléfono me despertó, era ella de nuevo, pidiendo que vaya a verla, estaba lejos de su casa, sola, como una niña que pedía auxilio y solo me repetía “Me importas”. Se cortó nuevamente, el cigarro se consumía, la cabeza me daba vueltas, el piso de llenaba de cenizas.
De repente me atacó el recuerdo de unos días antes. Sentada sobre mis piernas, con olor a tequila me decía
“me gustas, no sé porque me gustas, quiero besarte, por favor, bésame”
No me pude contener a su pedido, ya había estado varias horas con ella a mi lado, con sus labios cerca a los míos, con sus besos por mi cuello, con su calor, su mano en la mía, su mirada y su sonrisa, su sonrisa y ella, ella. Caminamos y al entrar a ese baño cuando ya nadie nos veía caí a su cuerpo, a sus labios, a su sabor, a ella, ella, ella.
De repente, otra llamada me despertó del recuerdo más vívido que tengo de ella.
Estoy en Miraflores – ve a tu casa – no tengo plata, ven – no puedo, es el día del padre – voy a caminar a mi casa – no, toma un taxi – tengo tu número en mi mano y solo te estoy llamando a ti porque me importas – ve a tu casa, sube a un taxi y que alguien lo pague en tu casa – no, no sé solo te llamo a ti, tengo tu número apuntado en mi mano, se va a cortar, no sé, no sé, no sé me importas Mario, se corta, te quiero, se corta – ve a tu…
Se cortó.
Me eché en mi cama y recordé lo que había pasado dos días atrás, la fatídica discusión en casa de una persona. Esa persona, ella se la estaba llevando de la mano a su habitación y yo sentada miraba como caminaban en aquella dirección. No llegaron, alguien obstruyó su camino. Caminamos fuera de la casa de la persona y en el camino ella me besaba el cuello, no podía resistirme, quería empujarla contra una pared, besarla y tenerla cerca de nuevo, probar el sabor del tequila de su boca, sentir ese arete en mis labios nuevamente.
Salí de mi cama, prendí otro cigarro, me senté en el borde y recordé su cuerpo sobre el mío en el pequeño cubículo que era el baño de aquel restaurante. Sus movimientos, mis manos y sus besos, su cabello, su ropa en el piso, mis manos perdiéndose en ella, yo perdida en el remolino de emociones que me generaba estar ahí con ella, ella, ella.
Ella, pequeña, decidida, indefensa. Una niña jugando a ser grande, una niña queriendo ser mujer, excusándose tras los problemas que tenía. Ella, frágil. Ella, necesitaba de alguien que la proteja, que le ponga un freno, ella, ella, ella.
Abrázame, Mario - no, ayer me dejaste mal, me duele el brazo – abrázame.
Eso es todo lo que ella necesita, alguien que la abrace, que la quiera, que cuide de ella, que la haga volver, que no deje que se pierda, por desgracia ella no lo quiere.
Revisé mis mensajes de texto y la noche anterior le había mandado dos, pidiéndole que no haga tonterías, que no tome mucho. Como si por un mensaje de texto fuera a hacerme caso.
Se acabó el cigarro, se calló de mi mano y me quedé dormida de nuevo. Dos horas o más después otra llamada.
Holi – Dónde estás? – ya estoy con mi papá, caminé desde Miraflores hasta acá, estoy en casa de mi abuela – Voy a guardar el número de tu papá, a la próxima que hagas algo así lo voy a llamar para que vaya a verte donde sea que estés – ya, te quiero Mario – Ya estás bien, eso es lo que importa – No sabes lo que me pasó – no quiero saberlo, me da cólera pensar lo irresponsable que eres contigo misma, te pudo pasar cualquier cosa y no quiero gritarte – ya está bien, te quiero.
Me calmé, ya podía estar tranquila, ya estaba en casa. Pasé el día entero pensando en ella, sin poder sacarla ni un minuto de mi cabeza, de mis pensamientos, de mí, ella, ella, ella.
En la noche conversé con una de sus amigas y qué gran error fue haber tenido esa conversación
“Ayer ella estaba besándose con todos, con chicas y un chico, con todas las personas que se encontraba”
El resto de la conversación no me importó, solo sé que le di un golpe tan fuerte a la pared que hasta ahora me duelen los nudillos.
Te gusta ella? Dime la verdad – no, me atrae, me llama la atención, pero no me gusta – que mal – porqué? – sería bueno que una persona buena se fije en ella y la haga cambiar – ella no cambiaría por mi ni por nadie - ella necesita alguien que la impulse a ese cambio, porque sola no podrá - Sería paja que alguien haga eso por ella – sí
Kiss me – Ed Sheeran
Give me love – Ed Sheeran
Secret – Maroon 5